domingo, 19 de febrero de 2012

Los hijos y las hijas de sus padres y de sus madres...

Qué tal si Cristo hubiera dicho: “Amaos los unos a los otros, y los unos a las otras, y las unas a los otros, y las unas a las otras, como Yo los y las he amado”… ¿Cuántas páginas tendría la Biblia?

Hace unos días trataba de leer un manual redactado supuestamente en español, pero en realidad era en ese otro idioma conocido como “lenguaje inclusivo”. Me tardé horas en leerlo, porque tenía que volver al principio para entender de qué era que estábamos hablando antes de que entrara el/la director/directora del/de la estudiante matriculado/matriculada en el bendito curso bla, bla, bla, bla.
¿De quién y para qué fue la idea de dar 1.000 pasos atrás en la historia de la comunicación humana en español para dar tantas vueltas antes de llegar al grano?
La Universidad de Vigo, cuando adoptó esta modalidad en el 2011, lo justificó de la siguiente manera: “Es una forma de evitar la invisibilización de la mujer. Utilizando el masculino negamos su existencia en un cargo o realizando una acción.”
Yo no sé los demás, pero cuando en la escuela decían “visita de padres”, mami iba; cuando algo era “apto para niños”, las niñas también íbamos; cuando era obligatorio para “todos los estudiantes”, LAS estudiantes también estábamos obligadas.
Eso me recuerda a aquella famosa sicóloga que salía en la televisión y decía cosas como: “Los padres y las madres de los niños y las niñas tienen que estar pendientes de lo que les enseñan los maestros y las maestras en la escuela. Esto ayudará a que sean hombres y mujeres preparados y preparadas para enfrentar el futuro”. Una cápsula que debía llevar un mensaje en dos minutos, se echaba cinco en un sinsentido que no dejaba claro qué era eso tan importante que ella quería que supiéramos.
¿Se ha resuelto verdaderamente el discrimen contra la mujer, o se ha notado un marcado cambio en la sociedad como producto del uso de este circunloquio entorpecedor de la comunicación? Pues creo que no. El problema va mucho más allá del lenguaje, es pura y simple educación en todos sus niveles (hogar, escuela, iglesia, comunidad). Para erradicar este problema hay que reinventar a la sociedad con sus paradigmas e instituciones…ojalá y tengamos éxito con eso.
Por lo pronto, y dicho esto, declaro que no utilizaré lenguaje inclusivo cuando quiera que me entiendan. Solo lo utilizaré cuando quiera que nadie sepa de lo que estoy hablando.
Aquí les dejo con la regla de la ReaLenga (siglas boricuas para la Real Academia de la Lengua Española) en la última revisión de La Gramática (2009) sobre la cuestión del género. En realidad la regla siempre ha sido la misma, lo que cambia es la observación que se hace sobre el mal uso de los géneros marcados.

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