Siempre, a mami...y ahora, a Brenda...
Recuerdo de pequeña haber ido a la iglesia mami,
mis 4 hermanas y yo, sentadas tranquilamente en el banco y mami tratando de
escuchar la misa. Digo “tratando” porque ahora sé que la pobre nunca la
escuchaba. Estaba toda la Santa Misa dándonos la archifamosa y mundialmente reconocida
mirada elocuente “stati quieta o verás cuando salgamos”. Y si cada una laillaba
por lo menos 3 veces, lo multiplicas por cinco miradas, pues se imaginan la
cantidad de tiempo que invertía esa santa en advertirnos que nos comportáramos
en la Casa del Señor.
Unos añitos después, me tocó el turno de ir a
misa con mis hijos. Buscando una parroquia en la que me sintiera bien con el
muchacho, llegué a una donde el propio sacerdote se me acercó (me vio la cara
de nueva y perdida) y me dijo que podía irme con el nene al “Lloratorio” para
que no me sintiera mal si el nene se incomodaba durante la celebración. Es en
ese momento que me percato que ahora muchas iglesias tienen un cuarto o una
división para que escuchen la misa desde allí los padres con sus muchachitos “desinquietos”.
Debut y despedida, no volví a esa iglesia.
Luego de muchas vueltas y cantazos, termino en
la iglesia que queda justo al lado de casa (o sea, bien cerquita). Allí llegué
con el muchacho en el coche y la misma cara de perdida. Se me acercó el Padre José
María Yáñez (QEPD), y digo su nombre porque fue un verdadero hombre de Dios en
esta anécdota que les relato y en otras que tuve la oportunidad de conocer
sobre él. Me saludó muy amablemente y me llevó de la mano hasta los primeros
bancos de la iglesia. Me dijo, “Hija, te puedes sentar aquí en toda confianza
que esta es tu casa. Si el crío se incomoda, no te preocupes que a mí no me
molesta. A los niños hay que enseñarle a estar
en Iglesia. Pero si igual lo necesitas, allá atrás hay un cuartito donde
lo puedes llevar un rato. Allí también se escucha la misa, pero por mí te
quedas acá (en los bancos frontales)”. Nada más con el testigo, ahí me he
quedado.
Hoy día, aunque el Padre Yáñez no está con
nosotros físicamente, siento su sonrisa sobre los niños que se sientan junto a
sus padres en cualquier banco de nuestra iglesia. Unos son muy obedientes y
tranquilos, otros son espíritus libres y silvestres. Esa es mi verdadera Misa,
recibir la Palabra del Señor en comunidad auténtica. Entre los llantos y las
risas. Niños que hacen morisquetas, se ríen con mis hijos ya adolescentes, o
ponen cara de bochorno. Que hacen preguntas sobre la celebración: y qué hace el
Padre allá al frente, y por qué esa señora se arrodilló, y de qué está hablando
el Padre, y cómo es que Jesús está en ese cantito de pan, y por qué le tengo
que dar la mano a ese señor, y para qué recogen chavos.
Es toda una exquisita aventura. Pruébenla un
día y me cuentan.
Los niños SIEMPRE son una alegría. |
Yo siempre me pregunto: "Cómo mami podía atender a la misa???" Esto es inexplicable. Pero pa'encima, si yo no las llevo a misa no van a aprender lo que es la misa. Así, Que Dios bendiga esa SANTA pq todavía no me explico como pudo con esta situación y todas las demás!!!!!
ResponderEliminarEs muy cierto. A veces me sentía que para qué iba a misa si casi no podía atender a la ceebración, pero es que enseñarle a nuestros hijos es la parte del ministerio que nos ha tocado.
Eliminar